PRENSA LIBRE

Artículos, escritos por Rosa María PALACIOS MC-BRIDE en Perú 21.

viernes, 3 de agosto de 2007

¿Una o dos?

La organización del Estado en una democracia tiene como principio fundamental la aversión a la concentración de poder. El rey, el tirano o el autócrata es sustituido por un sistema tripartito de poderes que, balanceándose entre sí, no permiten que ninguno sea, o pretenda ser, absoluto.

La separación y el equilibrio entre los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, frenándose uno a otro, garantizan una democracia de calidad.

Sin embargo, nuestra historia reciente demuestra que los esfuerzos democráticos enfrentan cíclicamente dos amenazas: la primera, el vacío o debilitamiento del poder seguido del golpe de Estado; y, la segunda, la concentración paulatina de poder que lleva a la autocracia. Ambas amenazas están determinadas por dos factores. Uno es el diseño del Congreso como unicameral o bicameral.

El otro, no menos relevante, es la elección de presidentes débiles o fuertes respecto de las fuerzas políticas que lo respaldan en el Congreso. La combinación de las cuatro posibilidades resultantes resume nuestras cumbres y abismos políticos.

Los poderes ejecutivos débiles, es decir, aquellos que no tienen mayoría en el Congreso, terminaron en golpes de Estado cuando el Parlamento fue bicameral. Recordemos el final del primer gobierno de Belaunde, en 1968, y el de Fujimori, en 1992. En el otro extremo, el Poder Ejecutivo fuerte, o sea, aquel que tiene mayoría en el Congreso, termina convirtiéndose en autocracia cuando el Congreso es unicameral.

El caso evidente es el de Fujimori de 1992 a 2000. En estos dos extremos, o los poderes se entrampan en su lucha y se produce un vacío de poder o este se concentra de tal modo y con tanta fortaleza que la diferencia entre ese régimen y una dictadura llega a ser casi imperceptible.

De otro lado, un Ejecutivo débil, sin mayoría en el Congreso, puede sobrevivir con eficacia en sistemas unicamerales como hoy lo hace García. Toledo es el ejemplo extremo de un presidente que llegó a bajar a un 7% de popularidad y culminó su mandato.

Del mismo modo, un Ejecutivo fuerte, casi con mayoría en las dos cámaras (Belaunde en su segundo gobierno y García en el primero), puede vivir en democracia sin temor a convertirse en una dictadura, dado que las dos cámaras reducen la capacidad de acción del Ejecutivo, tal como sucede en los sistemas políticos bipartidistas.

Entonces, ¿qué conviene más: una o dos cámaras? La respuesta depende del camino que se tome para reformar la forma de elección de los congresistas. Es decir, antes de pedir opinión, muestren el paquete de reformas completo. De ello depende una respuesta con sustento.